
La abuela siempre quiso ir a NY. Lo supo cuando de joven pasó seis meses en Chicago y aprendió - como ella lo dice - las tres palabras que sabe en inglés.
La abuela se casó joven y tuvo varios hijos, cuatro para ser exactos. Todos ellos unos personajes en sí mismos. El abuelo estaba todo el tiempo en el quirófano o en el rancho, por lo que los viajes casi siempre se dieron entre ella y sus cuatro calamidades. Planear una odisea a NY era, por decir poco, logísticamente complicado. Cuando los hijos crecieron y se fueron ella y él viajaron mucho y a muchos lados, pero nunca a NY. Nunca supe por qué.
Años más tarde, cuando la familia se había multiplicado y muchos podrían haberla llevado, le llegaron los achaques y comenzó a tener miedo de moverse. Luego llegaron violentos los del abuelo y ella no quiso dejarlo solo. Cuando el abuelo se fue, la abuela se había resignado ya a no conocer nunca la gran ciudad.
Hace unos meses le dijeron que irían a Mérida. Estando allí la llevaron al consulado en el que luego le informaron que algo que siempre había querido estaría pronto a cumplirse. Mamá y la abuela están justo ahora en la gran ciudad. Yo no podría estar más contento por la gran sonrisa que debe tener en estos momentos.
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