
Fuera del pueblo por un día. Uno, al menos. Justo en ese punto en el que la cabeza carece ya de espacio y seguir es sólo ocioso. Olvidarse de los exámenes y las estrategias y negociaciones de futuro un rato.
Esta vez fue a la ciudad, a vagar, a escuchar ruidos de nuevo, a planear el próximo sábado, a recoger mi adelantado autoregalo. El día en rally con vinos y quesos al sol. La noche con cantadas y alternativas historias de brujas verdes. Panacea para el hastío.
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