
Hoy me dijo Christine Gray que parecía demasiado tranquilo para los exámenes que vienen y el estado de pánico generalizado que los acompañan. D ya había dicho lo mismo con la salvedad de que puntualizó que mis preocupaciones están en el futuro. La realidad es que ahí es el lugar en el que está mi cabeza ahora.
Desde hace unos días me siento como en un vuelo en el que el capitán ya hizo el anuncio de aterrizaje. Estoy poniendo mi asiento en posición vertical y apagando todos mis aparatos electrónicos. Sin quererlo, sin premeditarlo, he ido internalizando la idea de que esta aventura se acaba. Es tiempo de regresar a casa y eso me hace muy feliz. Sin embargo, aunque ése sea el sentimiento, no sé aún si el avión vaya a aterrizar.
En la vida el que puede lo más no necesariamente puede lo menos. Esta vez quiero lo menos, lo que me hará feliz. Lo chiquito, lo que vale en verdad. Espero poderlo.
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