Llega un momento de ya. Suficiente. Mueves, lo intentas, sigues, pero sabes que no te llena, que no te da para ser feliz. Luego, el acabose llega después de horas y horas, días y días sin parar en el que te das cuenta de que no lo vale y los que te llevan te das cuenta de que tampoco los importa. Aportar, como concepto, no es algo que se practique, entienda o quiera por esos lares. Cuando una de las únicas formas con las que te entiendes es así, necesariamente llega un conflicto insuperable.
Y claro que lo intenté y le di la oportunidad, pero llega el momento de aceptar que no será lo que haré, porque no me gusta y porque mi camino, tal vez, estaba dictado desde hace mucho y éste sólo fue un año de confirmalo. Dios Padre me lo hizo ver, no que el Peitron siempre me lo reiterara. Y las señales son tan claras y tan constantes que es ocioso intentar dejar de verlas. Ahora sí, de verdad, comienza el otro proceso.
Ironías de la vida, porque comienza justo cuando a México le llega otra oportunidad. A mí, notificado por la televisión, para ser que me llegará también. El whatsapp, el bb pin y algunas chelas de cuates me lo confirman. Uno nunca sabes para quién trabaja y a dónde la vida te vaya a poner. Chistoso que cuando lo hice sólo fue poque creía en ello y porque sabía que podía aportar. Ahora, tal vez, será lo que me lleve de vuelta a casa.
Momento de regresar. Momento de contribuir a México. Momento para empezar a pavimentar el camino de vuelta y la permanencia. Creo en México, creo en mí. Ya fue suficiente. Es hora.
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