lunes, 8 de octubre de 2012

Tercera parte: el retorno y el tercer mentor


Aquella isla que odio y amo tanto. La misma sensación de romperla que dos años atrás me abrazaría al llegar. Londres, Londres, Londres. Su rudeza intimidante. Una muy distinta a la de cualquier otra ciudad. A ella no llego como turista. Esta vez me recibiría con un sol ajeno. Iba por un ciclo. No sabía si a concluirlo o comenzarlo. El pretexto de publicación, siempre fue sólo eso, pretexto. 
Llegué con miedo. Miedo de despertar a todos mis demonios. Al final, iba al lugar en el que había lidiado con ellos. Todo en Londres y en Cambridge son símbolos de mi historia, de mis anhelos. 
Pero caminando rumbo al Tate me atacó el recuerdo de las horas y horas de Skype con papá en mis noches y sus tardes. Lo unidos que nos volvimos en la distancia. Ya no pude más. En una sonrisa lo necesité como nunca. Lo extrañé
como siempre. Me di cuenta de lo que en Barcelona se había comenzado a asomar. Y es que por más que le sigo contando, aun no se detiene el sentimiento de creer que sigue aquí y regresaré de mi viaje, tomaré el teléfono y le platicaré todo. Todavía no sé lo que serà mi vida sin él y no lo puedo descifrar. Que me hace falta que me escuche, sólo eso. Que ya no puedo explotar, porque ya no tengo con quien hacerlo y que por ello acumulé tanto durante estos meses. Que sé que sigue aquí, pero el hueco no se ha llenado y difícilmente lo hará. 
Más adelante pensé en Karla. Lo había evitado. Siempre que me llega ese recuerdo, lo expulso y me miento. Lo niego y lo digiero en silencio. Lo convierto en símbolo tal y como lo sentí y lo redacté en París, como siempre ha sido. Pero me dejé hacerlo esta vez. Tal vez fue el lugar de catarsis, suyo o mío, mío o suyo, pero esa ciudad también tenía significados. Y es que hay tanto que me gustaría compartir con ella todavía. Tantas cosas que le roban sonrisas. Me gustaba que formara parte de mis aventuras porque nadie como ella sabía saborear los instantes, los gustos chiquitos. Lo que más me gustaba de ella. Hubiera sido difícil que no me llegara constantemente a la mente durante estos días. Pero los meses han pasado, nuestras vidas han cambiado y yo también he entendido que hay cosas que no extraño. Que no ha llegado quien me llene como ella, pero que tampoco merezco ni quiero mucho de lo que me daba. Y, sin embargo, hay veces que todavía...  
Para ese momento no había pasado ni un día y quedaba claro lo que esa isla es capaz de despertar por mí o en mí. 
La noche se volvería de bar de banqueros en terraza de vista completa y de abrazar a D y todo lo que compartimos estando allà. Gins ahora con Ki, la historia que no fue y la mitad del cuarteto de Cantab. La preparación perfecta para regresar. Noche violenta que tendría que ser despertada temprana porque habría que volver. 
El ya conocido camino saliendo de Kings Cross. Mi lugar, de traje, de vuelta, de casa. De vuelta a las grandes ligas y en tertuilias con gente que conoces y en las que sientes pertenecer. Mi nombre a la par del de grandes y el gusto de ser parte de la historia. Más importante aún, mis ideas y mi forma de entender el derecho validada por el màs grande para que sea leída donde sea. Mi contribución al juego. 
Cuando la euforia de canapés había culminado, caminando por Cantab, llegó la realización. Amé los momentos que tuve ahí, crecí como nunca lo había hecho, pero mi ciclo ya había terminado. Descubrí que mis ideas de regresar en realidad eran bandazos de este año y lo duro que me ha tratado. Alivio. Respuesta. Con eso había valido la pena. Me dediqué mejor a caminar y respirar el lugar al que no sé cuando volveré. 
A la mañana siguiente me levantaría temprano para la cita de café. La puerta azul. Y ahí, como un tipo cualquiera, y ya ninguno de los dos en traje, me recibiría mi tercer mentor. Como amigos, como colegas, platicamos de casos y de la vida. Me dijo que me veía bien y que entendía mis dudas de práctica y de academia. Me hizo ver que mi camino ha sido bueno y que voy bien. Me contó de sus experiencias y me hizo ver que estaba enterado de la mía. Estaba sorprendido de lo rápida que ha sido. Atípico en una carrera así. Me chismeó que va con todo a la Corte y prometí llevarlo a México. Una de las pláticas que más he disfrutado. Tanto, que olvidé preguntarle del aut dedere y su opinión para el 42. Ya habrá otra oportunidad de hacerlo.  
Dejé Cantab y dejé la isla. No sin antes tener cena con servicio exterior y esos tejes y manejes a los que juego sea donde sea que esté. Esta vez con amigo y con otros que ya lo son. Uno nunca sabe.

Me fui con respuestas. Me mantengo con algunas dudas, muchas en realidad. Pero siento que volví al camino. Que hacia donde sea que vaya, ya voy. Y a eso, justo a eso, fue a lo que regresé.

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