domingo, 6 de noviembre de 2011

veintisiete


Ante todas las bajas y sucesos, parecía que este año sí cumpliría mi consigna de no hacer algo. Como todos los años, ello no fue así.

Comenzó con la padawan prestada y la celebración subrogada. Poco antes el fantástico regalo de J. Vendría la del amigo y los 15 días de descanso. También con ella llegaría la niña de atrás y la reveladora feliz plática del pasado. De ahí se volvió rápido y de fiesta, hasta que después de whisky, tutsi pops y disfraces llegué a mi casa cuando no lo esperaba.

Desayuno de campeones con los hermanos. Comida con gol de Gio de campeonato, el único lugar en que lo puede hacer. Tradiciones cumpleañeras de siempre. En medio, mensajes y sonrisas que me robaron en diferentes intensidades. El fantástico gusto de que pase tanto tiempo y tantos y tantos sigan recordando los momentos chiquitos y grandes.

Al no saber qué de ella, a la noche la volví ñera y con Merenglass. Botana en la boca, en los ojos y los oídos. Flecos volados de la risa y fantástica manera de cerrarlo con lo más cercanos en pie.

Un cumpleaños raro y memorable, abrigado y entrañable. Con luna y olor a tierra mojada. Grande.




No hay comentarios:

Publicar un comentario