domingo, 6 de noviembre de 2011

De aquí y de vuelta a París


Hace un año mi lugar me recibía con cielos rosas y violentos que fueron seguidos de una lluvía tímida. Regresaba después de mucho tiempo y lo hacía en el momento en que más lo necesitaba. Tres días vagando por mis ideas y por una ciudad que me sigue perdiendo por dentro y por fuera. Al final, respiraba de mi propia catarsis y algo sabía diferente.

Muchas veces durante este año medité esos días en París. Creía firmemente que mucho habían cambiado. Estaba convencido de que había dejado mucho atrás y que había reiniciado de formas distintas. Incluso, cuando regresé y estuve sentado por horas en una banca de Place de Vosges, juraba que mi sonrisa se debía a ello.

Hoy sé que mi tiempo en la isla no hubiera sido el mismo sin ese fin de semana. Sé que me quitó tantas cargas y me permitió dedicarme al deleite de las letras y la calma de aquellas caminatas interminables. Pero París no me cambió. París me ayudó a comprender y a saber gozar, a disfrutar en chiquito. Hoy lo sé ya. Meses más tarde lo sigo creyendo y sé lo que implica.

Esos días los recordaré como los días en que más cerca estuve de mí mismo. Los días en los que me entendí. Los días en mi lugar feliz.


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