sábado, 2 de julio de 2011

Lusitania


Esta vez comenzó distinta. Ahora vendría la Chemistry y con ella el hogar y su calor regresaba a mí después de tanto. Marcaba el final de una época y también aventuraba que las pautas de este viaje serían otras. Horarios, prisas, vorágine y carencia de horarios de comida. La forma perfecta para hacer como que se conoce, no como que se disfruta. Mi antítesis. Éste era un lugar que sólo se puede disfrutar verdaderamente si se anda con la cadencia misma del lenguaje.

Sin embargo, ello no fue suficiente para impedirme oler los techos a dos aguas y las entirminables lozas rojas. Sao Jorge, como guardián del viejo mundo. Una ciudad que se cae a pedazos con una melancolía festiva. El comienzo del oceáno y a todas luces el final de Europa. Más allá de Lisboa te pierdes en los colores de Sintra y en la indescriptible belleza de los paisajes enmarcados en verde. Aventurándote un poco más está el fin del mundo antiguo y Cacais y Estoril como muestras de la opulencia venida a menos. Fantásticos escapes.

Ya cuando el día fue sólo para mí el ritmo se fue entorpeciendo y encontrando el compás que requiere un lugar así. Alcántara como el perfecto lugar para sólo dejarme pasar justo después de haberme perdido por los callejones en los que las paredes pierden el color. Ése mismo lugar de ventanas rotas de las que se escucha salir el Fado que les dejó la Rodrígues.

Un lugar meláncolico que te atrapa de golpe y sin esperarlo. Llegué ahí en una coincidencia y me fui aceptando la invitación de volver a un recuerdo que no existió.

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