Era la escala media. La que fue ideada de última hora. Verdadero hogar del chocolate y de Tin Tin. Espacio fascinante que me recibió con pato y, una vez más, con la comanda de ingresar al servicio exterior. El juego de los contactos mientras me perdía entre antigüedades y galerías.
Ciudad elegante que se conflictúa con las capitales cercanas. Centro de Europa en el que la francofonía refunfuña de sí misma. Espacio de cervezas de cereza y de otras cientas de variedades por horas al compás de un cello festivo. Mejillones, masones y Magritte, Magritte, masones y mejillones. El ajedrez como último símbolo de lo que fueron todos los demás viajes. El adiós parcial al amigo entrañable.
El tabasqueño, su historia y la mía. Lo que es y lo que no será. Ciudad a la que llegué y me fui en una sorpresa con incrustaciones de oro comerciante. Fabulosa escala. Totalmente inesperada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario