jueves, 28 de abril de 2011

miedo

Era miércoles, tal vez martes. Ése fue el día en que lo entendí de golpe. Corrí con A y recuerdo como me daba la espalda pintando su cuarto cuando yo por fin me quebraba. Esa tarde me desconecté del mundo y dejé el teléfono vibrar y la luz roja parpadear infinitamente como llevaba tanto tiempo sin hacerlo. El pavor había llegado ya. A me daba calma en silencio mientras yo lamentaba mi terror a volar como globo a la deriva, a dejarme llevar por el juego y luego no saber cómo regresar.

Ese miedo llegó conmigo a Harrypotterland y lo fui mitigando a medida en que fui recordando que estaba aquí sólo para volver, para pronto regresar a aportar. A lo largo de estos años me he dado cuenta de que ése es mi motor y que sin él en realidad esto no lo vale. Con la mente así fue muy fácil seguir adelante. Arriesgándome con esa certeza decidí jugar a probar hasta dónde podía llegar, a pretender que podía llegar hasta arriba. Gracias a esa temeraria acción, el mismo miedo ha vuelto.
Mi prueba dejó de ser juego en el momento en que recibí hoy el correo que decía que había llegado al último paso. Sólo uno queda para hacerme del único puesto por el que dudaría regresar a México.  Lo más alto. Justo cuando había meditado y meditado la idea y la había voluntariamente descartado ya; temor.  Hoy me pregunto si me sirve para aportar, si lo vale, si sólo la idea de estar en la cúspide me debe mover. Sobre todo pienso y pienso si me hará feliz. Tantas y tantas veces platiqué con K como lo único que yo quería era esa vida sencilla en la que finalmente pudiera cumplir con mi famosa frase de los domingos y el fut. Eso era, eso es. La felicidad simple; porque las metas, los retos y las aventuras en el trabajo sólo importan si te dan la estabilidad para no pensar en él y puedas dejarte llevar por las cosas que sí lo valen. No quiero dejar esa idea atrás. No quiero que sean otras cosas las que me muevan. No quiero seguir por seguir.
Todavía no ha llegado  el punto en que no quede en alguien más y sea yo quien tenga que tomar una decisión. No sé si quiero llegar a él. Es sólo un año. No deja de ser un mar. Lo único cierto es que la calma que hace menos de una semana pregonaba se ha ido ya y el futuro, o el potencial de futuro, comienza a llegar también. Debería de estar contento, yo era el que también decía que la tranquilidad era un lugar extraño para mí. Miedo.  

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