
Noviembre fue un mes de emociones, un paseo completo por el espectro de sensaciones. Como siempre, este mes cargó consigo todo el año. Compleja estampa que fue saboreada parsimoniosamente a través de sus días.
Empezó abrupto con cambios de esquemas y recuerdos. En la algidez plena llegó un lugar tan anhelado que catalizó de formas indescriptibles los cambios. Una expulsión catártica y regeneradora de sentimientos que fueron coronados a la luz de las luces. Plenitud total. Todo ello en el marco de una celebración silenciosa y distinta que contradecía lo que habían sido otros años. Tiempo para mí y de mí.
El mes continuó deshilvanando las ideas y con ello el talento o sus pretensiones regresaron y empezaron jugar de nuevo, como siempre lo han hecho. La cosecha del año y de muchos atrás empezaban a surgir. Las evidencias de la tenacidad traían consigo validaciones inesperadas y potentes. Tremendas sonrisas imposibles de esconder.
Mes de primeras veces y ocurrencias ajenas. La confirmación de una vida temporalmente distinta, con personas distintas y prácticas similares, pero no alejada de lo que me forja ni de quienes lo hacen. Vínculos eternos y felices. También, el mes gestó planes y esclareció líneas a seguir en el futuro. Certezas naturales y aventuras por llegar.
Noviembre corroboró lo que soy, quién soy y de lo que estoy hecho. En noviembre fui yo.
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