Ya con más calma las cosas comienzan a verse distinto. Mucho, sin duda, tiene que ver con que ya empecé el camino de nuevo. Simplemente no me puedo quedar quieto. Jugar y jugar y apasionarme con lo que hago todos los días. Punto.
Empieza con mi insolencia ya clásica. Esos arranques, arriesgarlo por ver qué pasa. Ahora le tocó a JC sufrirlo. Irónicamente terminaría contragolpeándome cinco minutos más tarde. Sí, exactamente cinco minutos. El mensaje era suficientemente claro como para no atender su "tenemos que sentarnos a platicar." Regreso a la puerta azul del Centro no sólo a celebrar mi nombre a la par del de héroes, ahora también a planear: a ver qué pasa con las cláusulas y las jurisdicciones, con mi futuro. Gran, gran emoción.
Pero la semana continuaría con otra clase de alegría. Una más enriquecedora. Aquella en la que el coach se lleva al padawan y éste lo supera. En el cerro y ante los ojos de los que ojalá se queden con la misma emoción. Fragmentación a duo. Ya no sólo como interpretación, sino como sistema. Lograr generar esa visión, desde la filosofía y la teoría, ya no sólo desde la implicación práctica. La clase más grande que me ha tocado dar y la que más he disfrutado. La satisfacción de creer que tal vez puedes dejar huella.
Vendría después el bosque. Ahora con el general en exceso y con los teléfonos casi ahí. Con nuevo rol y midiendo qué tanto ahí. Por supuesto que sigue siendo mi lugar, por supuesto que sigue siendo una opción. Es cuestión de ver siempre lo que más me llene. Esa es la regla.
Finaliza con de nuevo esa opción de restructurar a los humanos y mi innegable gusto ya por ellos. Difícil seguir engañando. Ésa, como el Mural de Tamayo, también lo siguen siendo, pero hay que darles tiempo. Ésas son con más calmita.
Pronto tendré el tiempo de acomodar todo lo que se tiene que acomodar.
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