
Todos los días llevo conmigo una pequeña libreta. Gracias a ella, cualquier idea, por fugaz que sea, no se pierde en la maraña que es mi cabeza. Mejor herramienta para hilar mis irracionalidades no puedo tener. A veces me pregunto cómo retienen las ideas las personas como JC que han leído, litigado o generado cien veces más argumentos que yo. Difícil de vislumbrar.
El fin de semana alguien me dijo que es imposible sobredimensionar lo que JC te puede aportar, que dos horas con él significan seis meses de análisis con cualquier otro abogado. Palabras muy fuertes que he comprobado son ciertas. El mito encima del pedestal es real y su capacidad de llevarte al rincón que casi nadie ve es inigualable. Imposible no sentirse infinitamente chiquito. Hoy tuve mi primera sesión uno a uno con él.
Mejor recibimiento no me pudo dar al decirme, sin haberme sentado siquiera, que no podía más que estar de acuerdo con mis hipótesis. Tres preguntas que me ofuscaban resueltas con una perespectiva total de entendimiento, no sin antes recordarme que el derecho, por más que lo intentemos no está excento de creatividad y de licencias poéticas. Validación del camino elegido y andado, proyecto de futuro, palmada en la espalda y agenda de reuniones posteriores para seguir con el juego. Inigualable sensación de lenguaje común.
Lo mejor, el mito bajándose del pedestal y confesando su profunda afición por el futbol y su necesidad imperiosa, única licencia que se da, de ver el juego del día. Tal y como algunos mortales que queremos seguir sus pasos lo hacemos también.
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