sábado, 5 de febrero de 2011

C.U.


Poco antes de regresar a la isla decidí pasar un día en C.U. Solía hacerlo antes, cuando los tiempos eran distintos. Solo. No soy universitario ni los colores azul y oro tienen un valor preponderante en mi vida. Sin embargo, a través de estos años, he encontrado muchas razones que me unen a ese espacio. Me produce una cierta nostalgia viajera que me invita a regresar.

Ideada para integrarse con el paisaje urbano, se niega a sí misma delimitando su geografía perfectamente. Espacio donde las reglas cambian y donde la autonomía se respira pero se ejerce únicamente en esa reserva. El panóptico perfecto, el que no se entiende así.

Lugar de contrastes y contradicciones que en silencio guarda muchos de los más grandes tesoros que tenemos como pueblo. Ironicamente, también enarborla pasiones absurdas e incomprobables. Genera mitos, buenos y malos, y produce ciudadanos, también buenos y malos. La mejor expresión de igualdad y también su propio remanso. El gran y triunfal experimento social y arquitectónico. El minúsculo y evidienciante México.

No hay mejor lugar para irse a confundir, pero también, a veces, para irse a entender.




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