Con los primeras pulsaciones de adiós empecé esta semana el camino de despedida. Feliz viaje que comenzó con una simulación de chela banquetera, continuó con chocolates y café, whisky bajo techo y al aire libre, pasó por abrigos de Peralvillo y un cabrito permanente, para finalizar con un eternamente feliz café de domingo lluvioso por la tarde.
En una semana en que las noticias acádemicas corrieron al por mayor y poco a poco las piezas se fueron acomodando hasta recibir tres estupendas confirmaciones, el recordar, vivir y empaparme de la gente que me importa fue la mejor manera de darme cuenta de lo que tengo.
El miedo y el sentimiento de desalojo no son gratis. ¿Cómo serlo? En una semana reiteré lo mucho que tengo en tantas personas que me son importantes y lo mucho que valen en mi vida. Aún faltan algunas, pero el hoyo en el estomágo es sólo consecuencia de lo afortunado que soy. Curiosa y feliz tragedia.
Quedan poco más de tres semanas. Nada en realidad. Tal vez insuficientes para demostrárles a todos lo mucho que me importan y valen en mi vida también. Haré el intento. Es lo mínimo que puedo hacer ante los avallasadores mensajes que me han dado esta semana.
Felicidad meláncolica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario