jueves, 16 de septiembre de 2010
De fiesta
Confiezo que ayer lloré. Lo hago siempre que algo me conmueve verdaderamente. Lloré porque me entiendo y reconozco parte de esta verdad etérea llamada México.
No lloré por estos tiempos o por el anhelo de mejores o los que fueron. Me conmoví porque creo en México, me asimilo mexicano y camino todos los días bajo esa noción.
Dejo la crítica, tanto la burda como la constructiva, a los que quieran emitirla. Yo prefiero llenarme de orgullo y, como todos los días, dar lo mejor de mí para hacer de mi México un mejor lugar.
He cumplido 200 años.
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