Salvo unos instantes de tiempos añejos de aportación, éste
fue un fin completamente solo. Había pasado mucho sin uno así. En esa soledad,
por fin leí y salí a caminar sin
rumbo, tal y como lo necesitaba. Fin de cocina para uno y de disfrutar de las
tardes grises y de gotas arullando el sillón rojo. Fin de semana para mí, nada
más.
Pero también, silencio en el que me di cuenta que en mi
cabeza hay mucho ruido aún. Que no he dejado que se terminen de formar los
nudos en la garganta para después liberarlos y que tengo muchas preguntas que
no me he sabido responder. Que no sé lo que siento del todo y que es sumamente
complicado digerirlo en estos momentos. Que añoro y trato de olvidar por igual.
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