
Aún sin caer en los extremos en los que vivía en el trópico, si algo recuerdo muy bien es que cuando el calor era extremo las tarden olían a ceniza. Ese era justo el punto en el que uno sabía que no podía ser peor.
Hoy, aquí en la ciudad, supe que llegó lo peor. Por primera vez desde que vivo aquí la tarde olió a ceniza.
¡En serio, ya no es chistoso!
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