jueves, 17 de septiembre de 2009

Diagnóstico para un desvelado

Odio cualquier relato que comienza con "todo empieza cuando..." o "mi día comienza." Es gris, plano. Sin embargo, como L bien lo sabrá, hay veces que simplemente es necesario empezar así...

Mi día comenzó a las 9:39 de la mañana. Sí, no antes y afortundamente no después. Cualquier otro día hubiera sido suficiente una sigilosa entrada por el camino alterno a mi lugar en la oficina. Hoy no. Aunado al ya tedioso curso que religiosamente tomo todos los jueves por la mañana, en mi vertiginoso viaje al centro me detuvo una llamada tatuada con las amenazantes siglas "CJA." Resulta ser que Dios Hijo y San Pedro me esperaban para una junta y extrañados por mi ausencia le instruyeron a sus arcángeles averiguar mi paradero. Consternado por la llamada apresuré mi paso cual señora que le cierran la tortillería. En el camino generé teorías sobre aquélla reunión misteriosa. Si bien era el llamado de los jefes de jefes, tendría que ser tan irrelevante como cualquier tertulia que no es agendada con rigurosa temporalidad. Cuál sería mi sorpresa al llegar y en lugar de divisar masas hilarantes de ociosidad, la reunión en comento no sólo era pequeña, sino relevante.

Ante tal eventualidad uno no puede más que justificar su tardanza en las circusntancias climatológicas de esta época del año y el caos que generan en la ciudad. No obstante, 2 horas de retraso significa un mayor esfuerzo en el relato. Así que bien, tuve que acudir de nuevo, no si antes asegurarme que los presentes no reconicieran ya esa artimaña, a los inclemencias mecánicas que, dado sus cinco años de existencia, comienza a sufrir el Maykel. Abusando de la suerte y de mi honestidad, la historia fue bien recibida.

Abundar en las consecuencias de aquella aglomeración sería ocioso, más de lo que el relato ya lo ha sido. Basta con decir que me fue adjudicada la labor de dar dos cursos de derecho internacional. Si bien ya lo he hecho, y es algo que me genera suma satisfacción, hacerlo esta vez en el IMR, a miembros del SEM, necesariamente trae consigo algo de consternación.

El día fluyó en ese sentido. Inconvenientes y percances que me trajeron muy atareado, no si antes acudir a dos magnánimas tazas de café para contrarrestar sus efectos. Contrario a la normalidad, no hubo letra alguna tecleada en las hojas de Word.

Como todo día que empieza tarde, éste terminará tarde; si es que siquiera lo hace. Mañana me aventuraré por los feudos de Tlalteloco a fin de cumplir con mis burocrácticas responsabilidades alternas. Cualquiera que sea el resultado de mi aventura, ya se encuentra marcada por la lapidaria frase "confío ciegamente en lo que hagas," así que mi trabajo no será revisado, pero ciertamente a posteriori evaluado.

Diagnóstico: Tienes que dejar de pensar para que puedas dormir. 






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