
Agosto transcurrió en el ocio que trae la espera. Y el ocio es terrible porque genera preguntas y retoma sensaciones. Así fue este mes. Envuelto en negociaciones y en estira y aflojes permanentes. También, tiempo en que las metas se replantearon y la idea de buscar la simpleza comenzó a reinar mi cabeza. Sencillez para el futuro y para lo que busco en este momento.
Mes en el que tuve que sentarme y ver las mil y un opciones y desvariaciones que el futuro podía traer. En calma, con calma, tuve que analizar todos y cada de uno de los posibles futuros y las consecuencias que traerían en mi vida. Creo que decidí el mejor. Eso implicó dejar atrás el Mural de Tamayo por buscar una contribución aún más grande; sabiendo, también, que algún día volveré.
Agosto fue de amigos, otra vez de todos y en el que incluso el que me acompañó todos los anteriores vendría a revisitar su tierra. Lleno de comidas y reuniones. Lleno de llenos.
Mes también en el que los punzadas en el estómago regresaron. Ésas que no se explican pero se sienten, que se creían olvidadas. De ahí, muchas dudas, sensaciones y la búsqueda de respuestas ante historias de sonrisas pasadas. En esta actitud de sencillez, decidí dejarlo todo a un lado para cuando lo valga, esperando en algún momento aún querer respuestas. La vida y lo simple que puede ser si lo intento sólo un poco.
Fuera de todo, el mes consumó el regreso. Trajo con él la vieja y nueva vida.
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