
El domingo regresé al rancho de mi abuelo. Me sentí levantándome de nuevo a la cinco y recordé como era ponerme las botas de hule para acompañarlo.
Estuve cerca del lugar donde corrió a auxiliarme cuando me caí del caballo y del otro en el que nos mojábamos el pantalón por la altura del agua.
Estuve con él. Como cuando tenía 7.
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