jueves, 26 de noviembre de 2009

Si fuera un abogado europeo

Si fuera un abogado europeo mis maestros hubieran escrito los libros que leí en la carrera. Ellos habrían litigado casos ante tribunales internacionales y sus opiniones serían citadas por los Estados al momento de plantear sus alegatos en litigios internacionales. Si fuera un abogado europeo las mayores eminencias de mi país no estarían atoradas en discusiones de los 60, ni sus mayores virtudes serían las de haber sido directores o directoras de universidades fresas.

Si fuera un abogado europeo vería como los argumentos de mi gobierno en tribunales internacionales se basarían en la razón que trae consigo el derecho y no en categorizaciones fácticas que no llevan a ninguna parte. Esos argumentos tenderían a lograr la supremacía de las causas justas, al tiempo en que buscarían el desarrollo del derecho internacional y su coherencia en un sistema global. Si fuera un abogado europeo los actores que generan las posiciones de Estado no velarían por adoptar una posición política que en apariencia concilie posiciones pero de facto funja como herramienta para evitar culpas.

Si fuera un abogado europeo podría ver día con día el centro de las discusiones jurídicas internacionales. Mis foros regionales discutirían el derecho y lo aplicarían a los hechos. Si fuera un abogado europeo mis tribunales regionales no discutirían los hechos y buscarían transgredir el derecho.

Si fuera un abogado europeo sentiría que mi languaje es entendido por mis interlocutores. Generar acuerdos sería sencillo pues bastaría con acudir a las reglas y normas que rigen un sistema regional e internacional mucho más antiguo que sus actores actuales. Si fuera un abogado europeo no me sentiría frustrado y enojado por buscar aplicar lo que aprendí, lo que leo y entiendo sin acusar recibo; no sentiría que los órganos nacionales e internacionales de los que formo parte destruyen día con día el simple lenguaje del derecho.

Si fuera un abogado europeo no tendría el privilegio de estar tan cerca de donde se toman las decisiones. No tendría la capacidad de hacerme escuchar y, mediante la voz de mi Estado, pugnar por la progresión y coherencia del derecho internacional. Si fuera un abogado europeo no estaría parado donde estoy y seguiría picando piedra muy lejos del lugar en el que mis conocimientos y convicciones podrían generar un impacto.

Si fuera un abogado europeo no tendría tanto por hacer. Mi responsabilidad como persona y como abogado sería mucho más limitada. Si fuera un abogado europeo no entendería el derecho como una necesidad sino como una herramienta.

Si fuera un abogado europeo no tendría esta discusión conmigo mismo. No me entendería como un agente cambio, a pesar de los gritos y frustraciones que pueda traer conmigo. Si fuera un abogado europeo no me apasaionaría tanto levantarme a trabajar todos los días ante la oportunidad de caer y levantarme de nuevo en aras de mis convicciones.


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