domingo, 30 de diciembre de 2012

dos mil doce


Violento. A eso se resume. Un año tan inesperado como fuera de contexto.

Fue el año que se fue papá. Esa mañana de sábado que cambió todo. El mayor temor de mi vida se cristalizaba en segundos y no podía más que tomarlo de frente y seguir. No era el momento aún. Me faltó tanto, tanto tiempo con él. Tantas cosas por las que hacerlo orgulloso y tantas tardes echados en su salita. Por un lado implicó tomar el rol realista y no dejar que mamá y J cayeran. Por el otro fue una soledad indescriptible, la que causa ese sentimiento total de desprotección. Para siempre la hora completa hablando con él dos días antes y la promesa de que ya pronto lo vería. Sé que él me espera y nos cuida ahora desde donde esté. Todavía no dejo de escuchar sus llaves al llegar o de tomar el teléfono para hablar con él cuando ya no puedo más. Se fue mi mayor refugio, mi mayor pilar. Pero me enseñó bien, hasta cómo seguir adelante.

Y en ese tenor transcurrió un año que sólo quise que se acabara, pero que planeaba cambiar todo en mi vida. Fue malabarear entre las junglas y sacar adelante la del naranjo, por un lado, y la terrible por el otro. Todo lo que se viene después de una muerte y lo complicado que es terminar de cerrar los ciclos que se tienen que cerrar. Mucho a control remoto y mucho más dándole ánimos a la Chemistry para que pudiera hacerlo ella. Poco a poco se fueron saltando obstáculos y para el final de año ya casi estaban todos completos. También fue ahí cuando terminé de comprender todo lo que en realidad concluye y se mueve con un evento así.

Fue año de abandonar mis convicciones en una apuesta. Pero antes ya había dejado una semilla legislativa y pude por primera vez transformar lo internacional en nacional. Semilla que puede dar mucho por México y por mí después. Sin embargo, le jugué a estar en la banca por un tiempo e irme al bosque para tener una vuelta segura. Una buena decisión, sin duda, pero no deja de ser algo ausente. Cuando uno sabe realmente donde está el corazón. Así llegaron las comidas suntuosas y las eternas jornadas laborales sin sentido. Aprender a dormir en la oficina y poquito a poquito ir mermando el gusto por un lugar donde el talento y el intelecto no es necesariamente el factor que importa. Así, en medio de todo el frenesí de vida y de ir componiendo paso a paso todo lo que había que cambiar me di cuenta también que lo que hacía no me llenaba. Mandé unos correos y semanas más tarde comía con Dios Padre y tomaba café con JC quienes me dieron calma y me hicieron recordar mi pasión por el juego. La forma en que podía canalizarlo. Fue igual en esos tiempos en los que volví a mi lugar feliz y respiré todo lo que una tarde rosa parisina me pueda dar y lo profundamente feliz que me puede hacer. Saborear mi historia y enmarcar todos los recuerdos, reales e irreales, que en mi vida me llevan a ese lugar y que siempre culmino con un espresso en Place des Vosges. También regresé a la isla sólo para desencadenar todos mis demonios. Para ese momento del año había acumulado mucho y fue el lugar en el que terminé de lidiar con ello, a entender, a expulsar, a dejar ir.

Al principio del año volvió Karla y con ello se cumplía uno de mis mayores anhelos. Y la adoré hasta el cansancio y me imaginé compartir una vida con ella. Pero era tal mi sonrisa que no me di cuenta que mucho había cambiado, que no era ya la persona en la que me había perdido profundamente y aunque cuando lo hice intenté buscar en ella aquella increíble luz que brillaba para mí, simplemente ya no estaba. Ella se fue, no fui yo el que lo hizo. Tal vez la luz que ella veía en mí también se había extinguido. Pero la verdad era que la felicidad que me dio al volver comenzaba a desvanecerse con sus arranques de incertidumbre. La única persona en la vida que me ha podido hacer profundamente feliz y completo y dubitativo y temeroso en tan pocos espasmos de tiempo. La montaña rusa fantástica y funesta que siempre fue estar con ella. Ambas. Toda la carga emocional. Me hizo falta y todavía lo hace, pero empecé a dejar ir. Y la pienso todavía, la extraño también. De muchas formas siempre la querré, pero no la persigo más, no la espero más. Comprendí mucho con su partida y sobre todo con su ausencia.

Con todas esas cargas necesitaba un cambio, necesitaba romper conmigo mismo. Se fue Maykel, mi amigo de tantas batallas y caminos. Llegó el Frijol, increíble. Mi gran gusto mundano. Pero no era suficiente. Necesitaba algo más. Fue así como llegaron los meses de rompimiento, de vida sana, de regresar a hacer ejercicio y de lograr un verdadero cambio en mis hábitos y en mi vida. Se fueron 20 kilos y llegaron muchas cosas buenas. El mayor signo de cambio se dio justo después, en la orilla de México que no conocía. Aquella noche de boda y la explosión que trajo consigo. Mi historia de aventura. Y con la niña del norte llegaron las demás. La ninfo y su obsesión. La del amor secreto de la carrera. La niña iPod y su ajena frescura. La quiropráctica y los planes de sillón. Mi total cambio de esquemas y prácticas. Mi anhelo continuo de relaciones sencillas.

Pero hay cosas que no cambiaron. Continuó mi amor por el juego que fue plasmado en mi primer artículo de verdad. Por fin aportando en mi país. Luego vino la petición de regreso. Y lo hice en circunstancias extremas, con poco tiempo y mucho corazón. Los padawans sacando la casta como nunca y regresando el cacharro a casa. El mejor resultado fuera de ella y la sensación de que es posible trasmitir y dejar huella, de que al parecer hay quienes continuarán con el juego en el cerro, pero por México después. Regresé a dar clases. Ahora como titular y aparentemente con fama entre los alumnos. Maravillosas revisiones y lo muy feliz que me hace volver. En esa inercia la petición de dirigir tesis como algo que no me esperaba. Meses después de rebotar un trabajo extraordinario me encontraría con la Dra. B y Dios Padre sentando, evaluando al padawan, como si yo hubiera estado listo para hacerlo. Gigantesco orgullo por él. Culminaría el año en Cantab, en la publicación, con mi nombre en el Brownlie y de pilón siendo sinodal de nuevo. Con todo ello, las terribles ganas de volverlo a practicar todo de verdad, pero sentando vínculos de academia a futuro.

Fue año que lo viví en familia. Que me trajo dos nuevos consentidazos a los que corro a ver apenas puedo. El tío alcahueto y sus tres motivaciones. Fue un año donde los de siempre estuvieron conmigo, no me dejaron caer nunca, a pesar de que fuera tan rudo. B, mi segundo hermano. L de mail puntual trasatlántico. A, mi pilar, G el otro. R, el que le tocó aventarse todas las de este año y J y F abriéndome su hogar. La familia que tengo ahora en el bosque.

No fue un año musical, supongo que en eso también hubo cambios, pero Snow Patrol y Bon Iver marcaron tonos. Tampoco fue pambolero, salvo la pausa granadísima de medalla de oro. Supongo que la cabeza estuvo en demasiados lados para estar ahí también.

Creo, o quiero pensar, que es hasta ahora el momento en que culmina la caída que trajo el regreso de la isla. Fue un año difícil. El más rudo hasta ahora. Todo cambió y mi vida es otra. Con todo, lo aguanté y llegó el momento de seguir adelante.

Viene otro. Yo, totalmente cargado a esta nueva vida. 

sábado, 29 de diciembre de 2012

diciembre


Comenzó descansando la marabunta. Justo después de aquella llamada de teléfono que confirmaría los presagios y confirmaría también que el cambio puede estar cerca. La misma que me hizo volverme a sentar una semana después como sinodal para cerrar un año de academia. Lejos de la práctica, sin embargo muy, muy cerquita del medio paa trasmitirlarla. Con ese broche, en lugar de cerrar, se abrieron los proyectos del próximo año. Ambiciosos, como siempre. Fantásticos si se logran. El correo que llegó justo cerrando el año me dice que se puede, ello y todo.

Y el mes continuó entre amigos. Agradeciendo momento a momento lo importante que fue que estuvieran aquí. Gozando a cada de uno de ellos. El reconocer de nuevo lo afortunado que soy.

Terminaría en casa. En Navidad sin árbol y si bien triste, muy unida. Tiempo con mamá como hacía mucho no lo tenía. En la sombra del naranjo descansando un año muy rudo.

Cierra el año, por fin. Lo hace benevoléntemente. No indica nada todavía, pero ya dio las primeras señales de cambio.

viernes, 28 de diciembre de 2012