Solía creer que marzo no traía nunca nada. Lleva mucho sin ser así.
Este mes me permitió ver la pequeña sonrisa del nuevo consentido y la mía al ver como la familia crece.
Marzo me llevó de nuevo a los salones de mi casa. Ahora ya como titular y con la libertad de jugar con las ideas de un grupo de chavos al que espero dejarles aunque sea un poquito del juego que tanto me apasiona. Juego al que regresé a sus inicios y en el que pude contribuir un poquito para que mañana tres más lo hagan. En México y en DC, la alegría de seguir la filosofía y el eterno fervor de que esto vale pena y que nunca será un fin, sino sólo un medio para algo mucho más grande.
El mes trajo otra vez viajes y con ellos el tiempo de volver a ver amigos y jefes, historias de ayeres por México. Marzo recordándome que aunque mi vida es distinta ahora, algún día regresaré. Porque la estabilidad y los tintes de juego presente no se comparan con la gran felicidad de lograr verdaderos cambios. Lo sé. Es algo que no puedo ocultar.
Mes de despedirme de la sonrisa eterna, de Karla, calabaza. Porque las cosas son como son.