Violento.
A eso se resume. Un año tan inesperado como fuera de contexto.
Fue el
año que se fue papá. Esa mañana de sábado que cambió todo. El mayor temor de mi
vida se cristalizaba en segundos y no podía más que tomarlo de frente y seguir.
No era el momento aún. Me faltó tanto, tanto tiempo con él. Tantas cosas por
las que hacerlo orgulloso y tantas tardes echados en su salita. Por un lado
implicó tomar el rol realista y no dejar que mamá y J cayeran. Por el otro fue
una soledad indescriptible, la que causa ese sentimiento total de
desprotección. Para siempre la hora completa hablando con él dos días antes y
la promesa de que ya pronto lo vería. Sé que él me espera y nos cuida ahora
desde donde esté. Todavía no dejo de escuchar sus llaves al llegar o de tomar
el teléfono para hablar con él cuando ya no puedo más. Se fue mi mayor refugio,
mi mayor pilar. Pero me enseñó bien, hasta cómo seguir adelante.
Y en
ese tenor transcurrió un año que sólo quise que se acabara, pero que planeaba
cambiar todo en mi vida. Fue malabarear entre las junglas y sacar adelante la
del naranjo, por un lado, y la terrible por el otro. Todo lo que se viene
después de una muerte y lo complicado que es terminar de cerrar los ciclos que
se tienen que cerrar. Mucho a control remoto y mucho más dándole ánimos a la
Chemistry para que pudiera hacerlo ella. Poco a poco se fueron saltando
obstáculos y para el final de año ya casi estaban todos completos. También fue
ahí cuando terminé de comprender todo lo que en realidad concluye y se mueve
con un evento así.
Fue año
de abandonar mis convicciones en una apuesta. Pero antes ya había dejado una
semilla legislativa y pude por primera vez transformar lo internacional en
nacional. Semilla que puede dar mucho por México y por mí después. Sin embargo,
le jugué a estar en la banca por un tiempo e irme al bosque para tener una
vuelta segura. Una buena decisión, sin duda, pero no deja de ser algo ausente.
Cuando uno sabe realmente donde está el corazón. Así llegaron las comidas
suntuosas y las eternas jornadas laborales sin sentido. Aprender a dormir en la
oficina y poquito a poquito ir mermando el gusto por un lugar donde el talento
y el intelecto no es necesariamente el factor que importa. Así, en medio de
todo el frenesí de vida y de ir componiendo paso a paso todo lo que había que
cambiar me di cuenta también que lo que hacía no me llenaba. Mandé unos correos
y semanas más tarde comía con Dios Padre y tomaba café con JC quienes me dieron
calma y me hicieron recordar mi pasión por el juego. La forma en que podía
canalizarlo. Fue igual en esos tiempos en los que volví a mi lugar feliz y
respiré todo lo que una tarde rosa parisina me pueda dar y lo profundamente
feliz que me puede hacer. Saborear mi historia y enmarcar todos los recuerdos,
reales e irreales, que en mi vida me llevan a ese lugar y que siempre culmino
con un espresso en Place des Vosges. También regresé a la isla sólo para
desencadenar todos mis demonios. Para ese momento del año había acumulado mucho
y fue el lugar en el que terminé de lidiar con ello, a entender, a expulsar, a
dejar ir.
Al
principio del año volvió Karla y con ello se cumplía uno de mis mayores
anhelos. Y la adoré hasta el cansancio y me imaginé compartir una vida con
ella. Pero era tal mi sonrisa que no me di cuenta que mucho había cambiado, que
no era ya la persona en la que me había perdido profundamente y aunque cuando
lo hice intenté buscar en ella aquella increíble luz que brillaba para mí,
simplemente ya no estaba. Ella se fue, no fui yo el que lo hizo. Tal vez la luz
que ella veía en mí también se había extinguido. Pero la verdad era que la
felicidad que me dio al volver comenzaba a desvanecerse con sus arranques de
incertidumbre. La única persona en la vida que me ha podido hacer profundamente
feliz y completo y dubitativo y temeroso en tan pocos espasmos de tiempo. La
montaña rusa fantástica y funesta que siempre fue estar con ella. Ambas. Toda
la carga emocional. Me hizo falta y todavía lo hace, pero empecé a dejar ir. Y la
pienso todavía, la extraño también. De muchas formas siempre la querré, pero no
la persigo más, no la espero más. Comprendí mucho con su partida y sobre todo
con su ausencia.
Con
todas esas cargas necesitaba un cambio, necesitaba romper conmigo mismo. Se fue
Maykel, mi amigo de tantas batallas y caminos. Llegó el Frijol, increíble. Mi
gran gusto mundano. Pero no era suficiente. Necesitaba algo más. Fue así como
llegaron los meses de rompimiento, de vida sana, de regresar a hacer ejercicio
y de lograr un verdadero cambio en mis hábitos y en mi vida. Se fueron 20 kilos
y llegaron muchas cosas buenas. El mayor signo de cambio se dio justo después,
en la orilla de México que no conocía. Aquella noche de boda y la explosión que
trajo consigo. Mi historia de aventura. Y con la niña del norte llegaron las
demás. La ninfo y su obsesión. La del amor secreto de la carrera. La niña iPod
y su ajena frescura. La quiropráctica y los planes de sillón. Mi total cambio
de esquemas y prácticas. Mi anhelo continuo de relaciones sencillas.
Pero
hay cosas que no cambiaron. Continuó mi amor por el juego que fue plasmado en
mi primer artículo de verdad. Por fin aportando en mi país. Luego vino la
petición de regreso. Y lo hice en circunstancias extremas, con poco tiempo y
mucho corazón. Los padawans sacando la casta como nunca y regresando el
cacharro a casa. El mejor resultado fuera de ella y la sensación de que es
posible trasmitir y dejar huella, de que al parecer hay quienes continuarán con
el juego en el cerro, pero por México después. Regresé a dar clases. Ahora como
titular y aparentemente con fama entre los alumnos. Maravillosas revisiones y
lo muy feliz que me hace volver. En esa inercia la petición de dirigir tesis
como algo que no me esperaba. Meses después de rebotar un trabajo
extraordinario me encontraría con la Dra. B y Dios Padre sentando, evaluando al
padawan, como si yo hubiera estado listo para hacerlo. Gigantesco orgullo por
él. Culminaría el año en Cantab, en la publicación, con mi nombre en el Brownlie
y de pilón siendo sinodal de nuevo. Con todo ello, las terribles ganas de
volverlo a practicar todo de verdad, pero sentando vínculos de academia a
futuro.
Fue año
que lo viví en familia. Que me trajo dos nuevos consentidazos a los que corro a
ver apenas puedo. El tío alcahueto y sus tres motivaciones. Fue un año donde
los de siempre estuvieron conmigo, no me dejaron caer nunca, a pesar de que
fuera tan rudo. B, mi segundo hermano. L de mail puntual trasatlántico. A, mi
pilar, G el otro. R, el que le tocó aventarse todas las de este año y J y F
abriéndome su hogar. La familia que tengo ahora en el bosque.
No fue un
año musical, supongo que en eso también hubo cambios, pero Snow Patrol y Bon
Iver marcaron tonos. Tampoco fue pambolero, salvo la pausa granadísima de
medalla de oro. Supongo que la cabeza estuvo en demasiados lados para estar ahí
también.
Creo, o
quiero pensar, que es hasta ahora el momento en que culmina la caída que trajo
el regreso de la isla. Fue un año difícil. El más rudo hasta ahora. Todo cambió
y mi vida es otra. Con todo, lo aguanté y llegó el momento de seguir adelante.
Viene
otro. Yo, totalmente cargado a esta nueva vida.