Eran las cuatro de la mañana y el sol había ya aparecido. Había caminado por casi una hora y la idea siquiera de estar a punto de abordar un tren que me llevaría a volar de nuevo me deja en claro que éste fue un año diferente.
Año de seguir adelante con el plan y llevar conmigo todo lo que había construido y atesorado. Año de lidiar con ello y tratar de entender ese bagaje en meses que de muchas formas fueron de pausa y paralelos, pero que también significaban mi realidad y lo que había querido siempre. Año de llevar a México a todas partes, de enorgullecerme por completo de lo que soy y de querer darlo todo por ello.
Éste fue el año del país distinto por cada uno de los primeros ocho meses. En el que degusté los tenues y gélidos atardeceres turcos y los calcinantes y bohemios mediodías portugueses. Fue el año de los inigualables horizontes mediterráneos griegos en los que la mirada y la conciencia se pierden y las cobrizas pequeñas plazas belgas en las que sólo es necesario sentarse a ver pasar la vida. Ligeros y fastuosos Riberas españoles acompañados de noches violentas y pinturas que estremecen hasta el silencio. En el que los potentes y roquizos maasdammers holandeses acompañaron el whisky de celebración después de haber comido en la meca con todos los grandes. Fue el año de las apacibles e interminables caminatas inglesas y la vida callada entre castillos y letras. Año de regresar a mi lugar feliz, de saciarme del azul completo de una mañana de pan y el dorado de una tarde de parque después de una tenue llovizna. Año de cerrar mi paso por Europa con la indescriptible sensación que mi refugio me da. La vida de viajes al tenor de mis sentimientos e ideas. El año en que los dejé volar.
Año de jugar, de probar mi límite, de empujarme hasta el final. En el que las montañas de libros vinieron y las confusiones más llegaron. Mientras más me adentraba en ellas más se resolvían y surgían nuevas de todas partes. Sólo explican la magia de mi ciencia no exacta. Año de inquietudes expresadas en papel y de disfrutar en chiquito los sabores de los anhelos alcanzados. Instante de definición perpetua de mi propio método. Fue el momento en el que pude reinterpretar al ídolo y trabajar con el otro. Año en que se cumplió un sueño y sólo fomentó que quisiera más. Año de escoger la forma de jugar. En ese frenesí regresé a casa sólo para darme cuenta de que el juego tiene muchas aristas y que al no ser sólo individual no siempre se logra todo a la primera. Llegó el tiempo de los aprendizajes forzados, funestos, pero tal vez necesarios. Sin duda trajo frustraciones y la idea de que tal vez no lo valía por una tierra que a veces parece caerse a pedazos. Mi rechazo a ambas ideas y a mantenerme estático. Ello me llevó a trazar la cuerda que unirá a México con Europa y seguir construyendo por este juego y por este país que me llenan tanto. También me llevó a intentar otros esquemas y sabores. Poquito a poquito, todo llega cuando tiene que hacerlo.
Éste fue el año solito. El tiempo de catarsis en el que la mirada se iba por horas en aquella ventana blanca al no poder dormir por las noches. Año en el que cuando ya no podía más y extrañaba todo acudía a ver de nuevo ese gol del Lil’ Pea que tanto me marcó el anterior y dejarlas caer por todo lo que mi México significa y las sensaciones que ese momento me trajo. Él en las portadas de The Guardian y yo viéndolo después de haber pasado por la arboleda de Jesus Green en el trayecto de las ideas rumbo a George Nuttall Close. Éste fue el año en el que en ese silencio me hice todas las preguntas que tenía qué y busqué las repuestas que en realidad conocía desde hacía tanto. La certeza de ser quien vive en los impulsos y bajo las sensaciones buscando ser feliz. La racionalidad de lo intangible. Año en que obtuve respuestas y terminé de comprenderme.
En este año extrañé y necesité mucho, pero también tuve a quienes siempre estuvieron conmigo a pesar de los océanos y los horarios, a pesar de todo. Mi familia y la distancia física que sólo sirvió para acercarme a ella. L y los whiskys multimedias y los de distintas latitudes, sin duda el más cercano; los proyectos que se vienen y los equipos para comernos el mundo. KP y sus ánimos eternos, ahora y siempre en barco conjunto, envuelta en esta misma locura feliz. B y J, hermanos de sangre y de adquisición siempre puntuales los domingos y siempre punzantes al lavar los platos de regreso. A, la huraña loca y creyente de ser coherente sin la que mi vida sería muy distinta, su implacable postura de realidad. G, mi manito siempre presente que se extraña más al haber sido doble el intercambio de ciudades este año. D, la hermanita cantabriana y nacional, los pints en The Anchor junto con las pláticas de tiempos distintos. M y las eternas llamadas intereuropeas, interamericanas e intercontinentales, los encuentros de facilidad acostumbrada y lo mucho que se siente su ausencia ya para este ocaso. M, el chavo, chavo y los besos sin perjuicios partes un, deux, trois, quatre et cinq.
Año en el que después de tantos la bajé, la dormí y pude volver a dar el pase al espacio que inevitablemente acabaría en gol. Muy, muy, lejos de la grandeza con la que lo hizo el Barça, irónica y grandiosamente estando yo tan cerca, pero tal vez igual de feliz. Año de goles verdes de campeonato mundial, de medalla de oro y de genialidad contra el más odiado rival. Con el balón vinieron también las calabazas, los chipotles, los mejillones, las alcaparras y el descubrimiento de mi gusto real por la cocina. Ése feliz nuevo gustito.
Con mi Ipod como mejor aliado, éste fue el año de las jotas; la de Guerra, la de Radin y la de Meyer. Pero la de Drexler lo describiría como ninguno: tres mil millones de latidos y de paso. Erlend y su megalomanía, lo detestable que es y el fantástico y gigantesco concierto en tonos ocre que dio con Eirik, la maravillosa triada que hicieron. Imogen estremeciendo y Regina acompañándome en esos momentos de no más. Benny al regresar y al finalizar. Tiempo de interpretar, de sentir, de recordar y añorar a través de ellos.
Año de señales y mensajes encriptados esperando que fueran descifrados. Periodo de reflexión sobre lo que vendría, sobre cómo trazar el camino, sobre cómo moldearlo. Tiempo de anhelos, de sentimientos en silencio y de entendimiento. Año de aprendizaje en todas formas y latitudes.
Año fantástico, grandísimo, callado, completo, incompleto, tranquilo, desesperante, frustrante, feliz. Mío, sólo mío.
El que viene ya lo siento, ya llega. Será vibrante. Trae colores apasionantes.