Comenzó en Harrypotterland, sólo para saborear el fin adornado en tonos en latín y con corbata de moño blanco. Continuaría con el ultimo peregrinar europeo. Aquél que me llevó a comer con el juez en el palacio de ideal, a escuchar mi no historia en la ciudad del chocolate y a despedirme del amigo entrañable. El mismo que culminaría en mi lugar feliz. Llegaría solito para comprender y saborear toda la experiencia y todo lo que había cambiado. La calma, las metas, el futuro, los amores, la vida. El mejor final.
El mes continuaría trayéndome a casa. Con ella regresarían los sabores y los amigos. La sensación de que nunca me fui y de que éste es mi lugar. Recuerdos y sonrisas, calor y estabilidad. Ya fuera en cena, comida o playa, la sensación de pertenencia que todos me hicieron sentir. También, casi desde ese momento, la canción del encuentro a la mitad del camino comenzó a perseguirme por todos lados y con ella ideas y sensaciones añejas. Lo que siento, lo que sé y lo que no hice. Casa con todo lo que implica. Felicidad plena de estar aquí.
Habiéndose ido los tintes de piel ingleses, a la mitad del mes y a menos de una semana de vuelta llegaría la primera señal de confirmación. Las decisiones de convicción y anhelos comenzarían a dar frutos. El juego llamándome por la puerta grande y la oportunidad de contribuir de nuevo se haría presente. Lo que más anhelaba.
El mes sería todavía más benevolente, pues con todo lo que ya me había dado también me dio una prórroga y poder regresar al refugio. La última escala antes de reanudar mi vida. La que siempre me da pilas extra y la que me siento más protegido. La famiglia y lo mucho que necesitaba estar con ellos.
Julio fue todo. Mes vertiginoso y completo. Fue el final y el comienzo. Fue el retorno y la confirmación de que nunca me fui. Fue el mes que abrió la oportunidad de continuar y el que disipó los miedos. El mes que comienza otra etapa de mi vida.