viernes, 29 de abril de 2011
abril
jueves, 28 de abril de 2011
miedo
Era miércoles, tal vez martes. Ése fue el día en que lo entendí de golpe. Corrí con A y recuerdo como me daba la espalda pintando su cuarto cuando yo por fin me quebraba. Esa tarde me desconecté del mundo y dejé el teléfono vibrar y la luz roja parpadear infinitamente como llevaba tanto tiempo sin hacerlo. El pavor había llegado ya. A me daba calma en silencio mientras yo lamentaba mi terror a volar como globo a la deriva, a dejarme llevar por el juego y luego no saber cómo regresar.
Ese miedo llegó conmigo a Harrypotterland y lo fui mitigando a medida en que fui recordando que estaba aquí sólo para volver, para pronto regresar a aportar. A lo largo de estos años me he dado cuenta de que ése es mi motor y que sin él en realidad esto no lo vale. Con la mente así fue muy fácil seguir adelante. Arriesgándome con esa certeza decidí jugar a probar hasta dónde podía llegar, a pretender que podía llegar hasta arriba. Gracias a esa temeraria acción, el mismo miedo ha vuelto.
Mi prueba dejó de ser juego en el momento en que recibí hoy el correo que decía que había llegado al último paso. Sólo uno queda para hacerme del único puesto por el que dudaría regresar a México. Lo más alto. Justo cuando había meditado y meditado la idea y la había voluntariamente descartado ya; temor. Hoy me pregunto si me sirve para aportar, si lo vale, si sólo la idea de estar en la cúspide me debe mover. Sobre todo pienso y pienso si me hará feliz. Tantas y tantas veces platiqué con K como lo único que yo quería era esa vida sencilla en la que finalmente pudiera cumplir con mi famosa frase de los domingos y el fut. Eso era, eso es. La felicidad simple; porque las metas, los retos y las aventuras en el trabajo sólo importan si te dan la estabilidad para no pensar en él y puedas dejarte llevar por las cosas que sí lo valen. No quiero dejar esa idea atrás. No quiero que sean otras cosas las que me muevan. No quiero seguir por seguir.
Todavía no ha llegado el punto en que no quede en alguien más y sea yo quien tenga que tomar una decisión. No sé si quiero llegar a él. Es sólo un año. No deja de ser un mar. Lo único cierto es que la calma que hace menos de una semana pregonaba se ha ido ya y el futuro, o el potencial de futuro, comienza a llegar también. Debería de estar contento, yo era el que también decía que la tranquilidad era un lugar extraño para mí. Miedo.
domingo, 24 de abril de 2011
jueves, 21 de abril de 2011
crash
domingo, 17 de abril de 2011
a-do-lo-ri-do
Pausa
miércoles, 13 de abril de 2011
Terraza mantel
De repente me dieron ganas de manejar por Vértiz y pasar por las esculturas de fierro viejo, el altar a la Santa Muerte y Malverde y por el Cuadrilatero, mientras alguien infructíferamente intenta acabarse una Gladiadora. Se me antojó dejar el coche por Juárez y regresar por mi café al Emir, ver la oficina y pasar por el arco chino y el olor a carnitas y garnachas rancias. Desviarme una cuadra antes de Eje Central y entrar a Ghandi a ver qué película me encuentro para luego parar en el alto frente a Bellas Artes. Como que quiero que un darketo me ofrezca una copia del Machetero, mientras lo evito por ver la Casa de los Azulejos y uno de los tantos salones Sol. Sí, estaría bien escuchar a la banda de ciegos de Gante, hacer escala en el Mixup y seguir por Madero, dar vuelta a la izquierda en Palma y asomarme a ver el menú del Cardenal. Me gustaría encaminarme al Zócalo por 5 de mayo, pasando por el Monte y llegar a la reja de los concheros y plomeros. Suspirar y llenarme al ver a la tricolor. Quiero seguir a la izquierda, cruzar el pasaje de objetos para Primera Comunión y antes de llegar a Santo Domingo volverme hacia Porrúa y pedir el elevador al último piso. Sentarme en el Mayor y ordenar una crema de espinacas con almejas y un chile relleno de prensado. Terminar y disfrutar como baja el calor con un Licor del 43 viendo el Templo Mayor, las torres de Catedral y Palacio Nacional. Amaría regresar apaciblemente por el mismo camino mientras el cielo se torna naranja en la jungla terrible.
martes, 12 de abril de 2011
Kostantiniyye
Llegué tarde y en un día totalmente gris. El golpe fue inmediato. Los olores cambiaban y se volvían cenizos. Mi propia concepción de la realidad por primera vez siendo cuestionada.
Aquí los días comienzan con vista al Mármara y con aceitunas y dátiles. Desde ese instante todo se vuelve confuso. Sultanhamet, que en el oeste la llamamos azul y su imponente belleza. Enfrente, el templo a Sofía, Santa o Aya, y el cruce de cultos y civilizaciones representado en un espacio inmortal. Topkapi y la opulencia de un imperio abusivo que denota las características de todos los grandes tiranos vencedores.
Ciudad de contrastes. Así, sin más. Todo avasalla. Todo el tiempo choca todo y te cuestionas cada una de las cosas que vez. Lugar entre dos continentes en el que basta cruzar el Bosphorus para regresar geográfica e ideológicamente a Europa, pero que se miente cuando el ferry te trae de vuelta a Asia. Mineretas que cantan y se responden. Te llaman a orar a un dios ajeno. Sabores, especias, colores y texturas que juegan entre sí en el Gran Bazar e interactúan con el viajero. La burqa y la carencia de ella, la gente y su hostilidad innata.
El cruce exacto entre oriente y occidente. Una ciudad fantástica, que no podría describir como bonita, pero sí como inigualable. Grandísima escala de magia terrosa.
Hellas
Es brillante y verde, en todas sus tonalidades. Todo el tiempo sopla una brisa fresca y desde el primer instante se puede percibir la longevidad de la tierra. Todo lo que comenzó aquí. Por las tardes los cielos pastel y violentos dibujan el mármol que adorna las colinas.
Lugar de vida que se huele en cada esquina y que la niña de nombre con Delta definió como insostenible. El extremo de la desidia que se refleja en la fiesta de noche y en el desinterés del día. Caos que a veces me recordó casa, pero que sobrepasó mi entendimiento. El total desorden social y económico que jamás pensé ver en Europa. Festiva manera de ver la vida y de llevarla día a día.
País que se sostiene de la historia, en el que lo ancestral es sublime y el presente sólo mundano. Contrastes que convergen en Monastiraki y en los que la Acrópolis se postra sobre el grafiti que inunda Áttica. Paisaje urbano que cambia en un abrir y cerrar de ojos. Contrasta la siempre presente calidez de la gente. Tomates perfectos y aceitunas potentes. Comida infinitamente simple que guarda su grandeza en la calidad de sus ingredientes.
Saliendo de Piraeus, más allá del ruido y los cafés con escarcha, todo es calma. Mientras te pierdes en el Mediterráneo el día se hace aún más brillante y el azul cristalino avasalla la mirada. Incontenible belleza en forma de paisajes accidentados e interminables escalones blancos. Espacio perfecto que evoca recuerdos felices y sonrisas pasadas. Necesidad de compartirlo. Serena tarde cayendo en las barcas que llegan a Hydra. Súbito sentimiento de nostalgia que te hace prometer volver. Lugar en el que la mente simplemente vuela y en el que encontré una paz que hacía mucho no sentía.