Marzo fue un mes inesperado. Consigo llegaron muchas pequeñas historias que casi en silencio le dieron plena vida.
Con marzo se fue el frío, regresó el sol y el lugar se cundió de flores. Cambió totalmente el ánimo. Se volvió parsimonioso y festivo. Causó que los días comenzaran a entenderse y disfrutarse de otra forma.
El mes estuvo lleno de pequeñas tertulias en las que aprendí mucho. Me empapé de un sin fin de formas de ver la vida. Tantas nacionalidades como maneras de gozar lo que se mueve. Me tocó vivir contrastes, aceptar y rechazar actitudes. Tratar de entender lo inentendible.
En marzo cambió el derecho y con él una forma con la que lo apreciaba. En este mes me sacié de él como en ningún otro. Intenté expandirlo y buscar que valga en casa. De este lado del mundo, me tocó convivir y aprender de grandes gendarmes. Me sentí chiquito, pero parte de algo muy grande. Sin darme cuenta di un paso que sólo puedo explicar y entender si miro hacia atrás.
Con todo ello volvieron las noches eternas al pie de la computadora y las tardes de montañas de letras en el búnker de operaciones. Trajeron consigo una tesis. Por supuesto imperfecta, pero mía, como nada. Mi muy particular visión del juego. Además llegó temprana, por lo que hubo tiempo para esbozar un artículo distinto que espero sea algún día pubicado. Un pequeño anhelo que desde hace tiempo no había podido cumplir.
Marzo también trajo recuerdos y sentimientos. Sabores conocidos, a veces gustosos y otras no tanto. El continuo remolino por el que me descifro. El mes trajo también un viaje en su último día, tal y como ya lo ha hecho antes. Esta vez es muy lejos. A un lugar muy distinto. Uno en el que siempre había querido estar.
Marzo en silencio fue muy bondadoso.