Agosto miente. Siempre lo hace. A veces parece frío cuando en realidad es calcinante. En agosto la lluvia cae intempestivamente como tratando de ocultar las cosas, tratando de ser lo único que se perciba. Este año buscaba muchas cosas, tratando de evitar sentir que me voy, buscando generar un vacío. Agosto es y fue así.
Empezó callado. Reflexiones de lo que significaba un año de estar escribiendo. Reflexiones del por qué escribir. Luego, unos días más tarde, dejó el silencio. Se volvió contento, luego enojado, luego contento, luego enojado, luego contento, luego enojado, luego, luego y luego. Así es es agosto.
En agosto comenzó la transición. Llegaron dos cerezas profesionales. Una de los Balcanes y otra de Centroamérica, una más. Las últimas. Las que me dejaron cerrar con broche de oro casi dos años magníficos. También, hacia el final, me llegaron dos alternativas. Ésas que te dan algo de traquilidad laboral buscando volver.
Agosto trajo dinero, ya sólo falta la confirmación de que se acepta. Pequeños pasos. Los últimos de un camino rocoso en aras de la isla. Aunque aún no llega, ya se siente cerca. Ya hay algo que lo dice. También, ya se necesita.
Agosto se va. Se despide con una luna magnífica. Con ella me empiezo a ir yo también.