Empezó mientras meditaba en una hamaca. Ahí dónde lo hacía hace mucho; dónde el sonido de la lluvia puede ser más nostálgico. No avanzó mucho y ya me recordaba las ironías de la existencia: la celebración de la vida y el recuerdo de la muerte en un sólo día.
Sin poder digerir esas sensaciones también un año se cumplía. Más al cúmulo de ideas en la cabeza. Empezaba la evaluación; hacer cuentas del primer año cumpliendo el sueño.
Tampoco hubo tiempo suficiente. Noviembre trajo consigo tres días algarabía y ni siquiera la primera semana había terminado aún. Excesos que recordaron otros tiempos, pero más aún, la certeza de que nunca terminan de irse. Tantos amigos de tantos momentos reunidos ahí. Lo agradezco profundamente. 25 años sabiendo lo que tengo y lo que me falta.
Justo ahí la duda llegó a mi cabeza. Sí, esa, la de siempre. Cortar con todo, repudiar mi presente. Estuve tan cerca. No sé aún si arrepentirme, resignarme o confiar que fue mejor no hacerlo. Era la oportunidad de escapar y la dejé ir. Otra duda llega: ¿debo seguir confiando en lo que siento?
Los sucesos de lo que restó en el mes no han hecho mas que incrementar esa duda. Pero no ha habido tiempo de pensarlo más, afortunada o desafortunadamente. Llegó la prueba que esperaba. Sí, sólo contra el mundo. Sólo con una firma, una palmada en la espalda y alrededor de 40 casos en la cabeza.
Luchar por una visión de Estado, la correcta manera de hacer las cosas. Yo sólo contra las cabezas en un sistema que se aleja tanto del ideal. No sólo aquí, en todo el meridiano. Yo puedo, sé que sí. Poco a poco.
Todo este cúmulo de ideas, sensaciones, alegrías y sinsabores sin el humo que me penetraba. Por mí, por ella, a pesar de ella, a pesar de mí.
Noviembre se va. El mejor mes del año. De este y de todos. Se va con más dudas que respuestas. Se va con la sensación de que falta mucho. Se va con la sensación de que se acaba todo. Se va, como todos los años, con el corazón en la mano ... con un suspiro.