Cuando estaba en sexto de primaria fui democráticamente electo como presidente de la república que ostentaba el nombre de mi escuela (Sí, no comments). En una votación con altísimos níveles de participación arrasé con la intención de voto del electorado.
Recuerdo que de ganar el cargo había prometido una serie de beneficios y tenía la firme intención de cambiar cosas en las escuela. No necesariamente para hacerla una mejor escuela, pero sí una más divertida. No hice nada.
Apenas gané las elecciones me sedujeron las mieles del poder y, junto con mi grupo de asesores, me la pasaba fuera del salón planeando actividades que escasamente fueron llevadas a cabo. Por el contrario, aproveché esos momentos para pendejear cuando nadie más lo podía hacer. Supongo que esa sensación de diferencia, de privilegio, sobre los demás estudiantes era suficiente para haber competido por dicho cargo.
Miro atrás y ciertamente no me arrepiento de esos días. Fueron muy divertidos. Si bien sé que se esperaba más de mí, sé también que muy el fondo tanto las autoridades escolares, como los estudiantes, sabían muy bien que nunca un presidente escolar hace algo relevante; más allá de un concurso de ortografía o una rifa para armar una fiesta. De mi tampoco esperaban algo.
No obstante, mucho tiempo ha pasado y, además que jamás me interesaría un cargo de elección popular, hoy pienso distinto y ahora soy un agente gubernamental. Hoy puedo decir que mi labor diaria me causa suma satisfacción y a través de ella cumplo anhelos y, quiero pensar, en verdad hago algo por mi país.
Hace algunos días escuché que un diputado proponía recortar severamente el presupuesto de los partidos políticos. Cuando entrevistaron a un diputado de un partido de la oposición éste señaló que dicha propuesta era electorera y grotezca. En cambio, éste proponía que al que le deberían cortar el gasto era al Gobierno Federal.
Dejando a un lado el hecho de que el Gobierno Federal ha seriamente recortado su presupuesto en los últimos meses.. ¡¿A qué clase de imbécil se le ocurre decir algo así?! Aun si tuviera razón, un ciudadano siempre va a preferir que se recorte el presupuesto de un partido sobre el del gobierno. Al menos el segundo tiene una pretensión de gastar ese dinero en la gente y de alguna manera todos queremos creer que eso es cierto.
Ese incidente me recordó mi etapa de presidene escolar y tristemente encuentro coincidencias que me hacen llegar a la siguiente conclusión: no creo en la política; al menos, no creo en lo que puedan, quieran o pretendan hacer los funcionarios que ostenten un cargo de elección popular.
No quiero caer en aquel lugar común en el cual se considera que todos los políticos (dígase los elegidos por la vía democrática) son idiotas, corruptos o ineficientes, porque eso sería involucrarme con el sistema de partidos en el que no creo y me ha dejado sin ninguna expectativa.
Supongo que todos pasamos por una etapa de esperanza, otra de repudio y yo ya llegué a la tercera; ésa en la que simplmente no espero nada, no me interesa.
No me generan expectativa alguna, ni para bien ni para mal, los funcionarios elegidos por el voto directo. Particularmente los del Legislativo y en especial los de la Cámara de Diputados.
Le dejo esos lares a los medios y a cualquiera que se quiera enganchar de ellos.